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La Parábola del Trapecio
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El valor profundo de la pareja

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No hay esquemas preestablecidos pero sí condiciones que facilitan o dificultan la relación de pareja. Hay criterios que nos permiten reconocer si nos estamos juntando con la persona adecuada o no, si estamos más cerca o más lejos de que el amor se logre.

Arnaud Desjardins, discípulo del sabio hindú Swami Prajnanpad, explica en su libro Una vida feliz, un amor feliz los cinco criterios que su maestro le enseñó para reconocer el valor profundo de una pareja. Cuando éstos se cumplen, la pareja vive en armonía y sus asuntos son alegres y serenos.

1. Que sea cómoda

La primera condición es que la relación sea fácil, que fluya sin demasiado esfuerzo. Que las cosas sean cómodas, que no tengamos que malgastar grandes cantidades de energía en emociones ni se nos obligue a luchar contra éstas. Cuando esta condición se da, aparece una comodidad que no es rutinaria, en la que no hay dramas ni tragedias, sólo bienestar. Todo se desenvuelve con naturalidad, y las cosas resultan más fáciles y gráciles.

Pero lo que más ayuda a que sea fácil es que ambas personas sean «adultas» emocionalmente hablando ( las turbulencias y las exigencias suelen llegar cuando un niño interior intranquilo tiene demasiada voz)

2. Que las partes no sean incompatibles

La segunda condición de Prajnanpad es que se trate de dos naturalezas no demasiado incompatibles, no demasiado diferentes.

Que la compresión del otro no esté más allá de nuestras capacidades. A menudo, la fascinación amorosa ignora la incompatibilidad de dos naturalezas, y las personas creen amarse de buena fe pero carecen de la posibilidad de una comprensión verdadera. La compatibilidad de cualquier pareja descansa sobre la diferencia, pero también sobre la posibilidad de asociación, imbricación y complicidad.

3. Que los miembros sean verdaderos compañeros

La tercera condición es que los miembros de la pareja sean verdaderos compañeros, que se sientan como tales, acompañados, ya que el otro es también un amigo y la amistad no se desgasta con el curso de los años. El otro es un compañero en el camino de la vida. Que puedan compartir sus peculiaridades, gustos, intereses, diferencias, complicidades. Que tengan a alguien al que entienden y que los entiende.

Estas personas son capaces de acompañarse mejor cuando tienen proyectos comunes. Se necesita mirar en una dirección.

La pareja se acompaña en lo que a cada uno le toca vivir.

4. Que tengan confianza plena en el otro

La cuarta condición es tener fe y confianza plena en el otro. Que no sea necesario temer, desconfiar o protegerse para poder reencontrar un corazón inocente. Que el otro nos inspire una completa confianza sobre la cual se pueda cimentar un amor duradero, susceptible de crecimiento. Que tengamos la convicción de que el otro no nos va a dañar.

La confianza consiste en esperar que el otro cumplirá sus compromisos, sabiendo a la vez, que en alguna ocasión no lo hará.

A veces es mejor no confiar en determinadas personas cuando sabes que no te hacen bien. Cuando se pierde la confianza, cuando al otro lo ves como un rival o alguien que te limita, entonces es mejor dejar la pareja.

5. El deseo espontáneo de que el otro esté bien

La quinta y última condición es el deseo espontáneo de que el otro esté bien, lo cual quiere decir, el deseo de que esté bien por encima de nuestros miedos o carencias.

Cuando la pareja se vive más al servicio del yo que del nosotros, es más común que uno tenga el impulso espontáneo de que el otro lo haga feliz, y no de hacer feliz al otro trabajando por el nosotros.

La palabra “espontáneo” es el epicentro de esta cuestión; se trata de un sentimiento que no se puede fabricar artificialmente. Se da o no se da. Lo sentimos o no lo sentimos. Consiste en ver al otro con la inteligencia del corazón y no sólo a través de nuestras proyecciones y anhelos, y así lo amamos como es y le damos lo que necesita y espera recibir. Se trata de encontrar la propia felicidad con la plenitud del otro.

Esto está muy alejado de la búsqueda del principe o la princesa perfectos. Más bien se encuentra más cercano a una invitación a aumentar nuestra atención y consciencia amable sobre nosotros mismos y nuestras relaciones de pareja para poder así, encontrar el equilibrio que hace que el tiempo compartido nos ayude a crecer en la misma dirección.

Y si no es posible, como reza la famosa oración Gestalt de Fritz Perls modificada como si la hubiera escrito ahora en el siglo XXI:

“Yo hago mis cosas y tú haces las tuyas,

En muchas de las cosas que hago, tú tienes mucho que ver,

Y en muchas de tus cosas yo he contribuido.

Yo puedo ser yo contigo mientras tú puedas ser tú conmigo.

Yo seré yo mientras tú seas tú;

Y aunque por casualidad nos hayamos encontrado,

Continuemos juntos o separados,

Nuestra vida nunca volverá a ser la misma ya que

Nuestro encuentro nos habrá enriquecido”.

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